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Colonia Pueblo La Candelaria

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La Colonia Pueblo La Candelaria Macuitlapico es uno de los siete pueblos originarios de la Alcaldía Coyoacán y se ubica al centro de esta demarcación. Macuitlapico pertenece la lengua náhuatl y significa “sobre las chinampas”. El Pueblo de la Candelaria se conformó como resultado de la unión de tres tlaxilacalli (barrios): La Candelaria Macuitlapilco, San Lorenzo Chinampan y Santa Cruz, los cuales se asientan sobre los linderos de las erupciones volcánicas del Xitle.[1] La Candelaria estaba en los márgenes del lago de Xochimilco y era una zona chinampera, de ahí su nombre toponímico, sobre o en las chinampas. Los habitantes de este pueblo se dedicaron durante muchos años al cultivo de la tierra, lo que favoreció la fertilidad del suelo.[2]

Aun en nuestros días, atrapado por ejes viales y por una urbanización insaciable, la Candelaria conserva mucho de su antiguo aspecto. Todavía hoy sus callejones y calles irregulares recuerdan cómo era cuando en los terrenos había sólo unas cuantas casas con techos de amanil dispersas entre las zanjas, chinampas y campos llenos de flores. Justo en medio de todo esto, cerca de los bordes del pedregal y a un lado del cerrito, se levantaba la pequeña capilla de la Virgen de la Candelaria, hoy sustituida por un templo de planta basilical levantado a mediados del siglo XX, nuevamente siguiendo el esquema de reconstrucción del templo principal de Coyoacán.[3] El pueblo tiene unas bellas calles estrechas, y su gente un enorme sentido de pertenencia, que alimenta con fiestas tradicionales como la del 2 de febrero, en donde a la Candelaria se le adorna con una gran feria que corre por toda la calle Emiliano Zapata hasta la iglesia, haciendo sonar el esplendor de este lugar.

Historia

Iglesia Candelaria

Colonial

Respecto al origen del pueblo de La Candelaria, no existe un cuerpo de tradiciones orales importantes al respecto, sólo fuentes de tipo secundario que registran o suponen su origen hacia 1577, cuando a unas 40 familias le son otorgadas por la Corona Española las tierras de labor y de pedregal que tradicionalmente han ocupado y demandado en posesión. El desarrollo de la población dentro del Marquesado del Valle quedó sujeto a la cabecera jurisdiccional de Coyoacán, y ya avanzada la Colonia, sus relaciones con el monasterio de Montserrate, determinaron en buena parte el uso y explotación de sus recursos naturales. Posiblemente existiera este asentamiento ribereño antes de la conquista española, como un barrio sujeto al señorío de Coyoacán.[3]

La capilla originaria del pueblo se comenzó a construir durante la segunda mitad del siglo XVI y fue terminada hacia el año de 1582, cuando las obras de la cercana Parroquia de San Juan Bautista acababan también. Desde luego, hoy es difícil tratar de imaginarla como fue en sus principios, pero se sabe que fue muy pequeña y sin ornamentos, porque en el siglo XVI la construcción era sólo una capilla abierta (primera Etapa constructiva) como las de otros pueblos y barrios de Coyoacán; como los del Niño Jesús, Santa Catarina, Los Reyes, Santiago y San Mateo Churubusco. Estas capillas primitivas eran “de visita”, lo cual quiere decir que recibían periódicamente la visita de los frailes, quienes a partir de la Parroquia diseñaban rutas itinerantes para cubrir todo el territorio a evangelizar.[4]

Posteriormente, al arco original de la capilla abierta se le impuso una fachada que a su vez contó con tres nuevos arcos de piedra (Padre, Hijo, Espíritu Santo), de manera que a mediados del siglo XVII la capilla de La Candelaria pudo quedar cerrada y el templo adquirió así una pequeña nave interior (Segunda Etapa constructiva). Pocos años después, de acuerdo con la moda arquitectónica y la posible bonanza del pueblo, se decidió ponerle a la iglesia una pequeña torre campanario (Tercera Etapa constructiva), pero como las paredes eran débiles éstas necesitaron ser reforzadas con sólidos contrafuertes de piedra. El templo se conservó con esta forma hasta el siglo XVIII, cuando los dos arcos laterales de su fachada fueron tapiados como sucedió con otras capillas en Coyoacán. Las capillas abiertas y la forma basilical (con más de una nave, siempre en número impar) habían caído en desuso, y la llegada del clero secular (es decir, no frailes de monasterio, a quienes se les llama “regulares”) había impuesto nuevas reglas, entre ellas la estadía del sacerdote en el lugar del culto. La fachada de esta antigua capilla fue sumamente simple, ya que no contaba con una entrada de piedra labrada, sino sólo con columnas sugeridas de estilo muy puro y clásico. Es posible que nunca se buscara la estética del edificio, sino solamente su funcionalidad.[4]

Iglesia Candelaria

Siglo XIX

La vida del pueblo era prácticamente la vida campesina; era el caso de los pueblos perdidos, escondidos. La única vía de comunicación era la calzada de Tlalpan, aquí para los habitantes de estas partes. Para ir al centro, los habitantes primero tenían que caminar de aquí hasta Taxqueña o a la calzada de Tlalpan para abordar el tren que venía de Xochimilco al centro, o el que venía de Tlalpan al centro; eran dos trenes grandes, amarillos, de primera y el de segunda clase. El de primera, pura gente bien arreglada y el de segunda para la gente que no podía pagar pasajes más caros y además, porque era de carga, allí llevaban sus mercancías.[3]

Siglo XX

Desde sus comienzos, La Candelaria ha sido de dimensiones pequeñas, familiares, pequeño vecindario. Sin embargo, adelantado el siglo XX, comenzó a incrementar significativamente su población. A partir de los años treinta, y con mayor fuerza desde los años cincuenta, el pueblo y sus habitantes experimentaron procesos de cambio social, económico y cultural como pocas veces con anterioridad pudieran haber sufrido. El proceso de incorporación a la dinámica del crecimiento urbano de la Ciudad de México y la integración a nuevos mercados de trabajo y productos industriales produjo en La Candelaria modificaciones en el uso y explotación de su territorio, en las formas tradicionales de trabajo, en los modos de organización social y, en fin, en los diferentes aspectos de la vida y cultura de sus pobladores.[3]

Callejón Candelaria

La calle principal estaba empedrada, la Emiliano Zapata, las demás eran puras calles, así, con puras piedras, puras brechas; entonces no había ni bardas, ni nada, eran puras cercas de órganos, de los dos lados, de uno y de otro lado de la calle. Y nopales, había nopaleras a lo alto de este árbol, pero se han ido perdiendo. Y zapotes blancos, aquí había mucho; la nopalera daba tunas de esas chiquitas coloraditas... pero cantidad que había, como árboles, grandes... para cortarlas se trepaban en una escalera con un palo y un cuchillo, órale... ahora ya no se ve ni una nopalera de ésas, lo mismo con el zapote... todo eso se ha ido acabando.[3]

El territorio de los pedregales, gran extensión de posesión comunal, fue compartido por distintos pueblos de sus alrededores, y proporcionaba muchos productos y recursos a sus pobladores, hasta la fecha en qué se le ocupó y destinó a convertirse en zona habitacional. La Candelaria y otros pueblos vecinos, perdieron el acceso a estos territorios a partir de las invasiones masivas de colonos y comuneros a los lugares que actualmente ocupan las colonias Ajusco, Ruiz Cortines, Díaz Ordaz, Huayamilpas y Santo Domingo.

La Candelaria había tenido fama de ser un pueblo de floricultores y trabajadores agrícolas hasta que el impacto urbano cortó sus zanjas, secó sus pozos y manantiales, cercenó la traza urbana del poblado, y presionó por cambios en las formas de trabajo, uso del suelo, vida social y prácticas culturales, entre las que sobresalían las festividades de carácter religioso. Este proceso de cambio se aceleró especialmente a partir de los años cincuenta, recrudeciéndose en la década de los setenta.

Calle Emiliano Zapata

La Candelaria experimentó este proceso de cambio urbano, pues en buena parte la antigua distribución y organización del espacio del poblado se modificó, algunas construcciones antiguas se demolieron para construir otras nuevas, se abrieron calles y la población nativa fue sustituida en muchos casos por habitantes de otras zonas del Distrito Federal o de otros estados de la república. La venta de predios a capitalistas del mercado inmobiliario fue también una de las amenazas principales para modificar el paisaje y la traza del poblado. Sin embargo, La Candelaria no se desestructuró tanto como otros pueblos vecinos, como San Pablo o Los Reyes, ya que mantuvo espacios y formas de trabajo y organización sociales propias; aunque no del todo afianzadas en la cultura de toda la comunidad. La capilla del Pueblo de la Candelaria se mantuvo con este mismo aspecto hasta mediados del siglo XX, cuando sus habitantes consideraron que debía ser remodelada y en gran parte demolida, para dignificarla y dar cabida a más fieles. Fue así como aquel antiguo monumento fue desmantelado sin permiso de las autoridades, y sus materiales en gran parte reutilizados para el nuevo proyecto. Poco antes de desaparecer casi por completo, a la capilla se le construyó una nueva torre, al lado sur, y una cúpula, que aunque con modificaciones, es al parecer la que hoy se conserva (Cuarta Etapa constructiva). De aquel hermoso y primitivo monumento del siglo XVI quedan solamente el arco original situado sobre el altar actual y el presbiterio, el ciprés o baldaquino de columnas corintias y los arcos que solían adornar su fachada. Estos mismos arcos son los que hoy, con sus columnas de piedra originales, dan entrada al actual espacio atrial que alguna vez contó con arriates y pequeños arbolillos. Parece ser que así es como suele suceder con el patrimonio; es sólo la memoria lo que lo puede mantener orgullosamente en pie.[4]

Mire usted, aquí donde están los lavaderos era una capilla, allí estaba el Señor San Lorenzo y allí estaba el señor de la Preciosa Sangre, el crucifijo que tenemos acá en La Candelaria, nomás que, todavía me acuerdo de la capilla, pero yo cuando ya la alcancé a ver ya estaba deteriorada, ya la puerta de la capilla tenia como un boquete así de grande... entonces a un señor le tocó la suerte de ser juez de aquí de La Candelaria, entonces nuestra calle, se puede decir lo que era de aquí hasta la Tasqueña pues era pura tierra suelta, cuando llovía puro lodo, y entonces este señor como se hizo juez, que para rellenar, que para componer esa calzada, acabó de tumbar la capilla, por eso hubo división, tumbó la capilla para llevarse todo el material para la calle; yo era chamaco, muchas gentes no quedaron conformes... que hubieran dicho, no tires la capilla, ¿verdad? pero se tiró la capilla.[3]

Siglo XXI

Análisis Urbano Arquitectónico

Lugares Emblemáticos

Arquitectura

Bares, Centros Nocturnos, Cantinas y Pulquerías

Iglesias, Templos, Parroquias, Capillas, Conventos

Fuentes

Monumentos Históricos

Museos

Parques

Restaurantes, Cafeterías y Fondas

Teatros

Familias Fundadoras

Familias de Varias Generaciones

Personajes Célebres

Personajes Inolvidables

Fiestas, Festivales y Ferias

Las fiestas

El pueblo de La Candelaria es sin lugar a dudas el que mantiene más vivas sus costumbres y su organización, pero además es donde se lleva a cabo el mayor número de festividades durante el año. Conocida por las personas como zona de festividades y tradiciones características, cuyos orígenes se remontan a la época colonial, La Candelaria es el pueblo con más celebraciones religiosas en Coyoacán, donde las mayordomías se siguen encargando de la organización, al estar integradas por familias originarias y, últimamente, por migrantes de Michoacán.[5]

En las celebraciones se ofician diversas misas, de acuerdo con el calendario litúrgico. Luego se invita a los asistentes atole de piloncillo, tamales y pan blanco, todo preparado por alguna familia. En la festividad en honor a la Virgen de La Candelaria, el dos de febrero, se ofrecen tamales, elaborados de manera colectiva. Para elaborarlos, los oferentes juntan los ingredientes en el transcurso del año y matan a los cerdos uno o dos días antes. Después la comida se sigue ofreciendo hasta por varios días.[5]

La Fiesta del 2 de febrero

Durante la fiesta del día dos de febrero son elaborados coloridos tapetes de aserrín y flores, para conmemorar los orígenes prehispánicos y de floricultores de los participantes. El día de La Candelaria dentro de la tradición católica es una fiesta religiosa que evoca el momento en que María y José llevaron al templo a Jesús para presentarlo y circuncidarlo al cumplir 40 días de nacido. Porque debían pasar cuarenta días para que su madre ya no estuviera impura por la sangre del parto, según la tradición judía. Y como en el templo se encontraba Simeón, él les había dicho que el niño sería la luz de la humanidad y que iluminaría los hogares como candela.[5]

Lo anterior representa la purificación de María —dice Martha Delfín Guillaumin— y por eso se le nombró Nuestra Señora de la Purificación o Candelaria en una de sus advocaciones, lo que explica el porqué la fiesta es conocida y celebrada con diversos nombres como la Presentación del Señor, la Purificación de María, la Fiesta de la Luz y la Fiesta de las Candelas. En nuestro país se le llama día de la Candelaria y se festeja el dos de febrero, es decir, cuarenta días después de la Navidad.[5]

En su artículo «La Candelaria, los usos del maíz en su culto», la autora también apunta que la devoción por la Virgen de la Candelaria es oriunda de las Islas Canarias como protectora de los navegantes, y que en la Nueva España se erigieron iglesias en su honor, como en el pueblo coyoacananse. Asimismo, refiere que en México el culto a la Candelaria «sirvió para tratar de evitar que los indígenas realizaran sus ceremonias religiosas en honor de Tláloc, el dios de la lluvia, a principios de febrero», y como la celebración de la Candelaria es el día dos de ese mes fue que resultó oportuna la sustitución. «De cualquier forma, lo que se dio fue un sincretismo puesto que en muchos poblados del centro de México es común que los fieles indígenas campesinos lleven como ofrendas a la Virgen de la Candelaria mazorcas o semillas de frijol para pedir buenas lluvias y cosechas como antes se hacía a Tláloc», explica Martha Delfín.[5]

Los fieles del pueblo y quienes lo visitan ese día, caminan por las calles del pueblo, van a la parroquia y a las casas de los pobladores, los que comparten con los presentes las abundancias que durante todo el año les brindó la santa patrona. Ese día, desde la entrada del pueblo se percibe el ambiente de fiesta por los coloridos arreglos florales y las bandas de música que acompañan a la Virgen en su peregrinación.[5]

Los mayordomos que fueron insaculados por los miembros de la comunidad ofrecen durante varios días su hospitalidad y alimentos a la gente que concurre al lugar con música de banda que recorre sus calles y callejones con singular alegría, así como juegos pirotécnicos de gran espectacularidad y estruendo que anuncian la motivación de la gente por reconocer la tradición.[5]

Representación de Semana Santa

En 1950 un grupo de jóvenes, entre los que se encontraban José Martínez, José Concha, Luz Villagrán y Amado Vergara, dieron inicio con la tradición de escenificar el Viacrucis de Semana Santa. Jamás imaginaron que se convertiría en una de las tradiciones más emotivas de La Candelaria y de gran trascendencia en la Ciudad de México.[6]

Veinte años después, en 1970, consolidaron su asociación como Grupo de Teatro Salvador Novo, en honor al distinguido coyoacanense que incluso trabajó con ellos y les brindó su apoyo, y con esa nueva fisonomía también evolucionó la forma de llevar a cabo la representación en las décadas de los ochenta y noventa. Los habitantes del pueblo se muestran cada año muy interesados en participar y continuar con la tradición en La Candelaria, por lo que ya no es una representación teatral más, debido a que convoca a numerosos habitantes, jóvenes y adultos, que se preparan durante varios meses con la memorización de sus papeles a fin de participar después en la escenificación de la última cena de Jesús en el atrio de la iglesia, y al día siguiente en la crucifixión, en el majestuoso escenario que representa el Pedregal de Huayamilpas, símbolo de identidad y arraigo en la zona de los Pedregales.[6]

Actualmente, los días miércoles y jueves de Semana Santa, en la plazuela de La Candelaria se desarrolla la escenificación del Viacrucis con 60 actores en escena, gran vestuario y estupenda producción, y el viernes se desarrolla el viacrucis de Jesús con la crucifixión en el Pedregal.[6]

Recibimiento y despedida del Señor de la Misericordia

Cuenta la leyenda que la imagen del Señor de la Misericordia procede del pueblo de Santiago Zapotitlán, en Tláhuac. En aquellos tiempos una comisión de vecinos la llevaba al centro de la Ciudad de México para restaurarla, un día en que se encontraban rendidos por el cansancio se detuvieron en lo que hoy es Taxqueña a tomar pulque, dejando la imagen entre los matorrales. Luego de una hora, cuando regresaron al sitio donde supuestamente la habían dejado, se dieron cuenta que la imagen ya no estaba, por lo que no tuvieron más remedio que continuar su camino al pueblo de Zapotitlán. Al poco tiempo, gente residente del pueblo de los Reyes Coyoacán pasó por el lugar y encontraron la imagen abandonada, por lo que la llevaron a la capilla de Coyoacán con el fin de encontrar el origen del Señor de la Misericordia. Como nadie reclamó la propiedad de la imagen, se tomó la decisión de dársela a la gente que la había encontrado.[6]

Así fue como dio inicio la tradición de que cada año, a mediados del mes de agosto, el Señor de las Misericordias, al que se le atribuyen grandes bondades y milagros, llega de visita al pueblo de La Candelaria, para luego de unos días regresar el primer domingo de septiembre a Los Reyes. Durante ese tiempo se ofrecen rosarios diarios, mientras que se afinan los detalles relacionados a la ceremonia de despedida, con la elaboración de los tradicionales tapetes y la misa que por ese significativo momento se ofrece, para después marchar en peregrinación a la iglesia de Los Reyes Coyoacán a entregarlo.[6]

La tradición indica que las celebraciones y festividades en La Candelaria van a la par con la organización de ferias y venta de antojitos y comida, además de los indispensables buñuelos, tamales, algodones de azúcar y ponche de frutas, y la infaltable feria con sus juegos mecánicos y stands de tómbola, tiro al blanco y demás vendimia, para impregnarle mayor ambiente y colorido a la festividad.[6]

El Centro de Investigación y Documentación Histórica y Cultural de Coyoacán dice en su sitio web[7] que los habitantes del pueblo de La Candelaria requirieron la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia, para la obtención de una declaratoria que garantizara la protección legal de su patrimonio cultural. En efecto, el INAH atendió la demanda de estos y fue así como investigadores de la Escuela Nacional de Antropología e Historia realizaron un proyecto que tenía como objetivos aportar elementos para la legitimidad de la declaratoria; apoyar en la protección del patrimonio cultural, y divulgar la riqueza del mismo. Por lo que del patrimonio cultural del pueblo de la Candelaria destacan especialmente las tradiciones festivas, en las que el pueblo usa libremente su templo, sus plazuelas y estrechas calles, lo que es una forma de apropiación del territorio que permite la existencia de un sentimiento de propiedad legítima, que refuerza la identidad y la unión.[6]

«El amplio calendario de fiestas permite que prácticamente todo el año niños, jóvenes, adultos y viejos, acostumbren utilizar su tiempo libre en la preparación y celebración de estas festividades, ya sea como actores a través del trabajo colectivo o como espectadores cuando asisten a los diferentes escenarios de las fiestas; espacios que brindan la oportunidad de disfrutar la convivencia con vecinos y visitantes», señala el Centro.[6]

Tradiciones y Costumbres

Desaparecidas

Lo habitantes bajában (del pedregal) el zacate de amalil, que así se nombraba, como vamos a suponer, unas espiguitas así era el zacate, pero era tupido de hojas, y con eso techaban las casas; y ese techo duraba por lo menos cuarenta años, si uno remendaba la casa y todo, porque luego se iba deslavando, se iba pudriendo el zacate, entonces escurría. Pero las personas curiosas y que sabían remendar las casas, les metían su remiendo y se evitaban esas goteras. Bueno, ése era el zacate. Había gente que iba a diario a cortar nopales, y esos nopales, a limpiarlos y a venderlos en el mercado, de allí se mantenían esas familias. Había quienes iban a traer tierra de pirú, tierra de cañada, de esa para las macetas, en costalitos de harina; se iba a traer el pirú para los pajaritos, la semilla del pirú. Entonces todo eso era negocio para los habitantes.

Había familias que estaban cerca del pedregal, que tenían sus cuartos, su ganadito de chivas. Había ganadito de veinte, treinta chivas, hasta sus quesitos hacían para llevarlos al mercado, pues todo eso beneficiaba a los habitantes. También había personas que tenían sus vaquitas, las que estaban a la orilla del pedregal, y en este tiempo, con especialidad en este tiempo de aguas, las echaban para allá arriba y bajaban los animalitos bien llenitos. Había personas que tenían hasta cincuenta, pero entonces estaba grande el pedregal. Era fuente de vida de todo el pueblo.

También había personas que cortaban tunas, hasta llenaban su huacal de tunas, pero había señores que llevaban hasta sus escaleras y a cortar las tunas, y luego con las yerbas, a sacudirlas, la espina y todo y a llenar su huacal de tunas y a venderlas al mercado. Aquí en Coyoacán se vendía, y el día viernes con sus nopalitos compuestos. Allí en Coyoacán había familias que prácticamente vivían exclusivamente del pedregal; había personas que iban a traer su nopal, pero diario y lo limpiaban bien, y al otro día a Coyoacán, o era al mero centro, el mercado de San Juan.

A principios del siglo XX, las casas eran de adobe, todas. No había de tabique, todas eran de adobe. Muchas techadas con tejamanil, como una especie de tabla que se va entreverando. Se ponía pura tabla y después se recibía el tejamanil, con lo que se techaba y, así fueran las tormentas más grandes que cayeran, que llovía bastante, no se escurría nada, para nada se filtraba el agua. Otras casas no, techadas de amalil, que era un pasto muy grueso, en caballetes. Igual entretejían el amalil y se veía el techo de pasto: la mayoría de las casa eran así, unas con una sola caída de agua, otras con dos, con caballete y doble caída de agua. El adobe lo hacían aquí los adoberos, en su propia casa. Conseguían tierra de barro, traían un carro y separaban un espacio para la labor. Lo hacían en gavetas, en moldes y se quedaban unos ocho días ahí, hasta que se secaran, y una vez que ya estaban secos ahora sí a construir la casa.

Vivas


Mitos, Leyendas y Relatos

Academias

Auditorios

Barrios

Bibliotecas y Librerías

Calles

Centros Comerciales

Centros Culturales

Cines

Clubes Sociales y Deportivos

Embajadas y Consulados

Escuelas

Estaciones de Policía y Bomberos

Estaciones de Transporte: Metro y Autobuses

Fábricas

Galerías

Guarderías

Hospitales y Clínicas

Hoteles

Inmuebles Catalogados

Instalaciones Deportivas

Mercados y Tianguis

Murales

Oficinas de Correos

Oficinas Gubernamentales

Oficinas Privadas y Coorporativos

Otros Establecimientos

Panteones

Penitenciarías y Centros de Readaptación

Recorridos de Interés

Tiendas de Autoservicio

Tiendas, Farmacias y Misceláneas

Talleres

Unidades Habitacionales

Referencias

Bibliografía

  1. Tomado de: https://www.cultura.gob.mx/turismocultural/destino_mes/destinos_marzo/coyoacan/pueblo_candelaria.html.
  2. Tomado de: https://www.cultura.gob.mx/turismocultural/destino_mes/destinos_marzo/coyoacan/pueblo_candelaria.html.
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 3,4 3,5 Jorge Aceves Lozano. "Memorias del vecindario: de una historia oral de La Candelaria, Coyoacán", en Alteridades, Vol. 8, N° 15, 1998, pp. 67-81.
  4. 4,0 4,1 4,2 Alberto Peralta de Legarreta, "Las primeras capillas de Coyoacán. La extinta capilla del siglo XVI en el Pueblo de la Candelaria" en línea: http://www.alberto-peralta.com/objetariocdmex/reciente.html
  5. 5,0 5,1 5,2 5,3 5,4 5,5 5,6 Sergio Rojas, "Pueblo de la Candelaria" en línea: https://cronicariodesergiorojas.blogspot.com/2014/03/pueblo-de-la-candelaria.html.
  6. 6,0 6,1 6,2 6,3 6,4 6,5 6,6 6,7 Sergio Rojas, "Pueblo de la Candelaria" en línea: https://cronicariodesergiorojas.blogspot.com/2014/03/pueblo-de-la-candelaria.html.
  7. Véase: www.historiasdecoyoacán.org
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