Categoría:Colonia Pueblo de Los Reyes

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Colonia Pueblo de Los Reyes

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La Colonia Pueblo de Los Reyes Hueytlilac se encuentra al centro de la Alcaldía Coyoacán. Los Reyes Hueytlilac (voz náhuatl que significa «en las grandes aguas negras») es una de las comunidades más antiguas de Coyoacán. Sus orígenes se remontan al periodo preclásico del 2,400 al 200 a.C., con los primeros asentamientos de núcleos poblacionales en Cuicuilco y Copilco, en una angosta faja definida por las aguas del Lago de Texcoco y el Pedregal. Con la llegada de los españoles, Coyoacán se convirtió en importante centro de población, y la zona de los pueblos en lugar de ineludible paso para llegar hacia la zona sur de la región. En este pueblo perdura un gran respeto por sus tradiciones: los habitantes celebran puntualmente sus festividades, conservándose leyendas, tradiciones y organizaciones que, como sucede con las de mayordomos, son uno de los principales baluartes de la conservación de la figura del pueblo como tal, así como de su estructura social y cultural.[1]

Historia

Prehispánica

En el espacio que ocupó el pueblo de Los Reyes, fue ocupado por los tepanecas, quienes se instalaron durante el siglo XIII en la franja de tierra que quedaba entre el pedregal, formado por la lava del Xitle, y la orilla del lago de Xochimilco, entre los otomíes al norte y los xochimilcas al sur. Las primeras ocupaciones tepanecas se dieron en Tacuba, Azcapotzalco, Tacubaya, Tlalnepantla y Tenayuca. Después, se extendieron al norte, sometiendo a los otomíes y tomando su centro administrativo, Xaltocan. Años más tarde, los tepanecas fueron sometidos por los acolhuaque, aliados con los mexicas, y a la muerte de su dirigente Maxtla, quien dirigió la “desgastante Guerra Tepaneca” en 1433, Coyohuacan quedó como un señorío tepaneca tributario de Tenochtitlán. Esa fue la posición políticosocial de Coyohuacan al momento de la conquista española.[2]

Colonial

Durante la Colonia, Los Reyes era un pueblo de indígenas, en oposición a la Villa de Coyoacán, un poblado de españoles y criollos. En esa época, coincidía con bastante precisión la identidad social y el territorio.[3] Como ya es sabido, en Coyoacán se estableció el primer cabildo de la Nueva España y esta región destacó por sus suelos fértiles y agua fresca que facilitaron el cultivo de granos y árboles frutales traídos de Europa. A pesar de que los primeros contactos entre la población nativa y los españoles redujeron la población dramáticamente de 25 millones de personas en 1519 a 750 mil en 1622 por las epidemias y la sobre explotación, la autora destaca que las relaciones informales permitieron la permanencia de formas de vida en las comunidades.[2]

El periodo colonial marca para el actual pueblo de Los Reyes, Coyoacán, el inicio de su vida como grupo unificado junto con otros grupos con los que compartía una relación de poder bajo el modelo de altepetl. En el caso de Coyoacán, la atomización de la organización sociopolítica contó con otro ingrediente importante que fue el cambio de su centro de poder político como cabecera a villa española, lo que desplazó o desdibujó el centro político indígena. A pesar de ello, la interacción entre las comunidades, antiguos tlaxilacalli, se ha mantenido a través de las prácticas religiosas y a través de los historiales de contiendas legales por defender sus tierras y recursos naturales. Ya mencionaba arriba la antigüedad de los recorridos que realiza la imagen del Señor de las Misericordias por los pueblos, por lo menos desde 1748 cuando se menciona en documentos sobre litigios de tierras tomadas por el monasterio de Nuestra Señora de Monserrat.[2]

El dato constante en la documentación histórica sobre Los Reyes, al igual que de los pueblos de la región, es que mantuvieron una serie de alegatos y demandas legales por mantener la propiedad de la tierra, pues, por una parte, la repartición de tierras para los funcionarios del gobierno de la Nueva España y, por otra, el aparente abandono de tierras que en realidad eran de temporal y que eran presas de los intereses económicos de hacendados y de conventos, afectaron la propiedad particular y comunal.[2]

Siglo XIX

Los habitantes de Los Reyes, durante el siglo XIX, trabajaban sus tierras, pero también eran jornaleros en las haciendas de Coyoacán o salían a vender sus productos a la Villa de Coyoacán o a la ciudad de México. Es decir, el pueblo y sus habitantes formaban parte de un entramado de relaciones sociales, económicas y políticas más amplias.[3]

Desde aquellos años del siglo XIX, la ciudad como símbolo del orden republicano y su proceso de urbanización, contrastaba ya con las necesidades de uso del espacio de las manifestaciones comunitarias que se fueron construyendo alrededor del culto a los santos. Por otro lado, gran parte de las comunidades indias se confrontaban con las haciendas que invadían los espacios de cultivo comunitario que además de producir para el autoconsumo, proveían a la ciudad de bienes de consumo. En las disputas por los ajustes de distribución y orden de la ciudad se ponía en juego la posibilidad de seguir haciendo uso del espacio desde su matriz cultural. Desde esta perspectiva se entiende por qué eran los pueblos quienes se oponían al nuevo orden social en defensa de sus bienes de comunidad, de sus costumbres y de sus instituciones. Los datos históricos nos reportan el uso de los recursos legales vigentes en cada momento y la protesta y levantamiento como constantes.[2]

En la ciudad de México las comunidades de tradición cultural mesoamericana reprodujeron, durante este convulsionado periodo de principios a finales de siglo XIX, las prácticas religiosas comunitarias que con cambios e innovaciones hoy nos permiten distinguirlas. Durante la primera mitad del siglo XIX se sientan las bases del nuevo sistema económico que decretó la desamortización de las tierras del clero y comunales que impulsó la mercantilización del suelo. Ésto desencadenó otros procesos relacionados con el crecimiento urbano como: la necesidad de espacios para uso habitacional de los trabajadores que construían los nuevos espacios urbanos, (fraccionamientos “para toda clase de gente”); la necesidad de continuar con el largo proceso de desecación del suelo (ciénegas y pantanos que quedaban); la especulación del suelo y; el desarrollo del comercio mercantil.[2]

A fines del siglo XIX el pueblo de Los Reyes, así como los de La Candelaria y San Francisco Culhuacán, comenzó la disputa de las tierras, debido a que los campesinos presentaban distintos títulos de propiedad que atestiguaban sus derechos sobre las tierras. El conflicto fue determinante para marcar la participación de los pueblos en la gesta revolucionaria al lado de Emiliano Zapata, los que una vez triunfantes convirtieron la mayoría de las áreas circundantes en tierras ejidales.[1]

Siglo XX

Los Reyes en ese tiempo eran un Xochimilco chiquito pues había mucho pescado chico y grande. Había también mucha fruta como zapote blanco, tuna tapona, tuna blanca y tuna roja que daba un nopal que se llamaba chamaquero. Había membrillo de los dos, melocotones, manzana, perón y pera. En ese tiempo nuestras abuelitas llevaban a vender todo esto al mercado de Mixcóac. También se sembraban mucha verdura y muchas flores.[3]

En la década de los veinte los pobladores de Los Reyes vendían en La Merced los productos que cultivaban, además dio inicio la explotación de las canteras del Pedregal de Monserrat. Por ahí pasaban quienes se dirigían hacia Tlalpan y Xochimilco, y como la actual Calle Francisco Sosa y la Colonia del Carmen, también eran zonas de quintas y casas de fin de semana de los habitantes de la Ciudad de México.[1]

En las primeras décadas de este siglo la ocupación tradicional de la gente —campesinos y jornaleros agrícolas— comenzó a cambiar. En esta época se instalaron en Coyoacán algunas industrias —refresquera, extractiva, papelera, entre otras— que ofrecieron nuevas fuentes de trabajo para la población local. Este fue el caso, por ejemplo, de la Fábrica de Papel Coyoacán, que abrió sus puertas en 1925 y que buscó contratar sobre todo a la población que vivía en los antiguos barrios y pueblos de Coyoacán. Los obreros entraban a trabajar en la fábrica a través del parentesco y el compadrazgo. El crecimiento de la población por la llegada de nuevos pobladores que venían de la Ciudad de México buscando terreno barato para construir sus casas, como los que ofrecía Coyoacán en esa época, también generó nuevas oportunidades de empleo para los habitantes locales.[3]

Los campesinos y jornaleros agrícolas fueron abandonando el campo para contratarse como albañiles, empleados de gasolineras, panaderías, carnicerías, pulquerías, farmacias, papelerías o tiendas de abarrotes, servicios requeridos para la cada vez más numerosa población urbana. Los antiguos oficios vinculados a la tierra, como es el caso de los floristas que arreglaban coronas y portadas para las fiestas populares, o los comerciantes que salían a vender la producción local al mercado de Coyoacán, Mixcoac o al mercado de la Merced en la Ciudad de México, fueron desapareciendo. Solamente unas cuantas personas permanecieron en ocupaciones tradicionales como es el caso de antiguos oficios vinculados a las celebraciones y fiestas populares: coheteros, floristas y hacedores de andas y portadas.[3]

Cuando el 5 de octubre de 1934 fue promulgado el decreto presidencial que definió el área centro de Coyoacán como Zona Típica y Tradicional, el pueblo de Los Reyes quedó fuera de la zona considerada como histórica, aun cuando sus antecedentes ameritaban que se le hubiera incluido. Sin embargo, como no fue así, vino el auge de las construcciones en la zona y fueron edificados condominios y unidades habitacionales, con lo que la población se duplicó.[1]

En esta primera mitad de siglo, la venta de las áreas cultivables comenzó y siguió con el transcurso de los años para dar paso a la construcción de fraccionamientos, donde habrían de instalarse los nuevos núcleos habitacionales, por lo que el carácter rural de esos pueblos comenzó a transformarse al ocasionarse el desplazamiento de las áreas de cultivo y la incorporación de los pobladores a la actividad productiva urbana. Tras de la creación de las zonas habitacionales de Xotepingo y Ciudad Jardín y las avenidas Miguel Ángel de Quevedo y Pacífico, varios de los espacios ocupados por los pueblos fueron vendidos o expropiados por causas de utilidad pública o permutados. En este proceso se vio envuelto el pueblo de Los Reyes, como otros más de Coyoacán, y en la década de los cuarenta se dio el incontenible fenómeno del aumento de la población. Durante la siguiente década se instaló la Universidad Nacional Autónoma de México en la Ciudad Universitaria, y se incrementaron las construcciones y la depredación de muchos de sus valores naturales y urbanísticos.[1]

Esa misma década de 1950, los terrenos comunales de Los Pedregales, que pertenecían al pueblo de Los Reyes, terrenos inhóspitos por la composición del suelo y que se utilizaban fundamentalmente para la recolección de productos silvestres y para la alimentación de ganado menor, fueron ocupados, por invasión, por sectores populares que buscaron urbanizar el lugar para construir sus casas. En los últimos diez años, sin embargo, el pueblo ha sufrido una segunda pérdida. La cercanía del poblado a la Villa de Coyoacán lo ha convertido en un lugar atractivo para la inversión.[3]

Siglo XXI

Los antiguos canales formados por las afluentes fueron convertidos en desagües. Los originarios cuentan que fueron ellos quienes hicieron y negociaron la instalación de los servicios urbanos, ellos pusieron el drenaje, pavimentaron y tomaron la iniciativa para colocar el alumbrado público. En las negociaciones con las autoridades de gobierno delegacional se acordaba que la comunidad ponía la mano de obra y la delegación el material. Esta práctica continua hasta hoy en día pues algunos de los mayordomos me comentaron que en el año 2000, habían solicitado la colocación de topes en las avenidas principales debido a la cantidad de accidentes provocados por los autos que circulaban a una velocidad peligrosa para el número de gente que circula a pie y en bicicleta por esas calles. Al no obtener una respuesta favorable, los originarios decidieron colocar ellos mismos los topes durante la noche.[2]

En 2003, un centro cultural albergó las instalaciones de la biblioteca León Felipe y del museo de sitio del pueblo de Los Reyes, en Coyoacán, el cual resguarda los vestigios de un aljibe prehispánico. El edificio, construido por la autoridad delegacional en colaboración con la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ocupó un predio de 155 metros cuadrados, a un costado de la escuela primaria Candelario Mejía, que donó parte del terreno. Se tuvo que demoler totalmente el antiguo edificio de la biblioteca para realizar, antes que nada, el rescate arqueológico, a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Los especialistas encontraron nueve entierros humanos, al parecer relacionados con rituales de los dioses del agua y la fertilidad, así como objetos de cerámica y el basamento de un templo, de unos 64 metros cuadrados.[4]

Parte del material constituyó la exposición permanente del museo de sitio, que está dirigido por algún miembro del barrio. También se conformó una asociación civil de amigos del museo para el cuidado y promoción del recinto. Cualquier cambio que se quiera hacer a la estructura arquitectónica del lugar debe solicitarse tanto a la delegación como a la Facultad de Arquitectura para garantizar la unidad e integración de los elementos arquitectónicos y museográficos iniciales. El centro cultural tomará el nombre náhuatl Tlilatl, que significa ''manantial de aguas negras''. Cuenta con capacidad para dar servicio a 80 personas.[4]

Análisis Urbano Arquitectónico

La cercanía de Los Reyes al Centro Histórico de Coyoacán ha hecho que varias compañías inmobiliarias hayan comprado grandes extensiones de terrenos para la construcción de condominios horizontales destinados para una población de ingresos altos y medios. Los Reyes, antes de la construcción de estos condominios horizontales, era un pueblo de casas rodeadas de huertas y corrales, y de vecinos que se conocían de toda la vida. Este pueblo, de callejones y calles estrechas, no se adapta a los automóviles; se construyó para ser recorrido a pie o a caballo. El medio ambiente rural, cuando Los Reyes era un pequeño pueblo alejado de la ciudad, es el elemento dominante de la narrativa de la identidad local y al mismo tiempo, y de manera contradictoria, es lo que lo hace atractivo para el desarrollo de proyectos inmobiliarios, sobre todo por su ubicación estratégica (en la zona central de la gran ciudad, y con fácil acceso a vías rápidas de comunicación). Con la llegada de los nuevos pobladores, sin embargo, las grandes huertas están desapareciendo y los automóviles tienen serios problemas para circular.[3]

En los predios podemos encontrar varias casas que son ocupadas por la familia extensa. La mayoría de las casas se ocultan tras portones de metal y bardas de piedra volcánica, en otros casos las fachadas muestran construcciones recientes que intentan respetar un tipo de arquitectura mexicana colonial. En la demarcación del pueblo de Los Reyes se encuentran unos 10 pequeños conjuntos habitacionales compuestos de edificios de no más de cuatro pisos, el paisaje urbano se complementa con semáforos y transporte público.[2]

Dentro de la delimitación política de este pueblo encontramos nueve planteles escolares (públicos y privados), donde se imparten los niveles básicos, bachillerato y una universidad particular. Los antiquísimos manantiales quedaron dentro de los terrenos familiares o rodeados por casas particulares. Los habitantes del pueblo conocen perfectamente su ubicación y son conscientes de que han sobrevivido a la extracción de agua del pozo profundo de Xotepingo. Uno de estos manantiales, con un diámetro de 20 metros aproximadamente, permanece como propiedad federal rodeado de casas habitadas. Otro ha sido restaurado para formar el Museo Comunitario Hueytlilac junto con las piezas arqueológicas de piedra labrada encontradas en los manantiales.[2]

La plaza central de Los Reyes está conformada con el patrón espacial colonial de la mayoría de los pueblos originarios de la ciudad. Al centro se encuentra una cruz de cemento que es constantemente decorada y arreglada con pintura, flores, y la imagen de bellos colibríes. Hacia el lado sur se encuentra la parroquia de Los Santos Reyes cuya primera construcción como capilla data del siglo XVII. Sus dos grandes torres y la cúpula resaltan desde distintos puntos. En el año de 2001 se realizó una modificación a la fachada, agregándole un reloj como regalo al venerado Señor de las Misericordias en el día de su santo.[2]

Lugares Emblemáticos

Arquitectura

Bares, Centros Nocturnos, Cantinas y Pulquerías

Iglesias, Templos, Parroquias, Capillas, Conventos

Fuentes

Monumentos Históricos

Museos

Parques

Restaurantes, Cafeterías y Fondas

Teatros

Familias Fundadoras

Familias de Varias Generaciones

Personajes Célebres

Personajes Inolvidables

Fiestas, Festivales y Ferias

Fiesta del Señor de las Misericordias

En Los Reyes, el recibimiento del Señor de las Misericordias es actualmente la fiesta más grande del año. Para ello, funcionan las mayordomías y los alimentos se preparan entre vecinos siguiendo ciertas reglas. Por ejemplo, la tradición dice que cuando se preparan tamales la persona que comienza a hacerlos es la que debe de terminar; que nadie más debe de tocar la preparación o la vaporera porque, si lo hacen, los tamales quedan «pintos» (la cocción no es pareja); y que para arreglarlos se debe aventar un puño de semillas de chile a la lumbre y gritarles groserías a los tamales.[1]

La fiesta del Señor de las Misericordias, que se celebra el primer domingo de septiembre en el pueblo de Los Reyes, es una fiesta regional en la que participan diferentes pueblos también ubicados en la ciudad de México y, la mayoría, en la delegación Coyoacán: Xoco, Axotla, Santa Cruz Atoyac, San Antonio del Puente de Piedra Panzacola, Santa Catarina, Niño Jesús, San Francisco, La Conchita, Convento Churubusco, San Mateo Churubusco, Santa Úrsula y La Candelaria. Varios meses antes de la celebración la imagen del Señor de las Misericordias visita a estos pueblos, que la reciben con una fiesta local. Permanece una semana en cada lugar. Cada visita se realiza con una procesión que va recorriendo las calles de la ciudad de México hasta llegar al siguiente pueblo. La última visita del Señor de las Misericordias es al pueblo de La Candelaria, vecino de Los Reyes. El día de la fiesta los habitantes de La Candelaria y de Los Reyes elaboran una alfombra de flores en los límites de los dos pueblos para la ceremonia de la entrega de la imagen. A este evento asisten todos los pueblos que visitó el Señor de las Misericordias. Cada uno lleva en andas a su Santo patrón. Al terminar la ceremonia de la entrega, todos juntos inician una procesión a la iglesia de Los Reyes donde, después de una misa, se realiza una fiesta popular para celebrar la llegada del Señor de las Misericordias.[3]

El origen de la tradición surge cuando la presencia del Señor de La Misericordia fue a ser requerida en la terrible época en que la ausencia de lluvias sumió en el hambre y la desesperación no sólo a la gente que se alimentaba con los productos del campo, sino que vivía de su venta e intercambio. El Santo Patrono, en el imaginario religioso popular, escuchó las sentidas plegarias y regaló el agua necesaria para la obtención de las magníficas cosechas que dieron fama a la mayoría de los poblados coyoacanenses por su riqueza en manantiales, ojos de agua y producción hortícola y floricultora. Posteriormente, los recorridos se volvieron una bella y longeva tradición, por lo que las visitas «dejaron de tener un carácter meramente religioso para volverse el crisol donde se fragua una gran y sólida red social; el pretexto para hacer desaparecer –por momentos– las fronteras jurisdiccionales; el motivo para saldar viejas culpas; la obligación de agradecer los dones recibidos; la oportunidad para compartir con propios y extraños el pan y la sal; el objeto de alabanzas, música y bailes; la inspiración de los artesanos cuyo oficio centenario se traduce en hermosas y espectaculares portadas, andas, tapetes y pirotecnia de colores mil, (arte que logra conjugar antiguas tradiciones de origen prehispánico, con costumbres provenientes de Europa)… en fin, la catarsis que invita a los congregantes a la búsqueda de una mejor forma de vida: espiritual y materialmente significativa, religiosa y festiva, solidaria y participativa.[1]

Fiesta de los Reyes Magos

Los pobladores de Los Reyes han tenido especial fervor para preservar sus ritos y tradiciones, así como para celebrar las fiestas religiosas, y los santos patronos del lugar no podrían ser otros que los tres Reyes Magos, por lo que cada seis de enero se les festeja con una comida que es preparada para todos los habitantes del pueblo. Lo tradicional es el mole, el arroz y los tamales que se hacen tanto para los asistentes a las fiestas como para las ofrendas que se les dan a los Reyes Magos. Con el sistema de la mayordomía, una familia cuida la imagen religiosa durante todo el año y el día de la fiesta prepara la comida para todos los asistentes.[1]

Antiguamente el mole y las tortillas se hacían en el metate, pero conforme transcurrieron los años, los molinos y la masa de maíz preparada sustituyeron a los utensilios tradicionales, lo que significó una ayuda para quienes debían andar a la brega toda la noche a fin de poder saldar el compromiso. Además, a la festividad se le agregaron otros sabrosos platillos de la cocina mexicana, declarada por cierto Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, como la barbacoa, las carnitas y el chicharrón en salsa verde. Sin embargo, para los habitantes de Los Reyes, el platillo emblemático sigue siendo el mole, las mayordomías tienen total vigencia y sentido, y la preparación de los alimentos para la fiesta debe ser colectiva.[1]

Además de la fiesta a los Reyes Magos, existen otras celebraciones religiosas importantes, como el recibimiento al Señor de las Misericordias, que se lleva a cabo el primer domingo de septiembre. En el siglo XX, la imagen del Señor de La Misericordia suplantó a los Santos Reyes Magos y se transformó en una imagen regional venerada por la mayor parte de los pueblos, barrios y algunas colonias de Coyoacán y ciertas comunidades de Álvaro Obregón y Benito Juárez.[1]

Tradiciones y Costumbres

Mitos, Leyendas y Relatos

Academias

Auditorios

Barrios

Bibliotecas y Librerías

Calles

Centros Comerciales

Centros Culturales

Cines

Clubes Sociales y Deportivos

Embajadas y Consulados

Escuelas

Estaciones de Policía y Bomberos

Estaciones de Transporte: Metro y Autobuses

Fábricas

Galerías

Guarderías

Hospitales y Clínicas

Hoteles

Inmuebles Catalogados

Instalaciones Deportivas

Mercados y Tianguis

Murales

Oficinas de Correos

Oficinas Gubernamentales

Oficinas Privadas y Coorporativos

Otros Establecimientos

Panteones

Recorridos de Interés

Tiendas de Autoservicio

Tiendas, Farmacias y Misceláneas

Talleres

Unidades Habitacionales

Referencias

Bibliografía

  1. 1,0 1,1 1,2 1,3 1,4 1,5 1,6 1,7 1,8 1,9 Sergio Rojas, "Los Reyes Hueytlilac". Disponible en línea: https://cronicariodesergiorojas.blogspot.com/2014/07/los-reyes-hueytlilac_23.html
  2. 2,0 2,1 2,2 2,3 2,4 2,5 2,6 2,7 2,8 2,9 María Teresa Romero Tovar, Sentido de comunidad política en Los Reyes, Coyoacán. Tesis para optar por el grado de Doctora en Antropología, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2015.
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 3,4 3,5 3,6 3,7 Patricia Safa Barraza, "Memoria y tradición: dos recursos para la construcción de las identidades locales" en Alteridades, N° 15, 1998, pp. 91-102.
  4. 4,0 4,1 Tomado de: https://www.jornada.com.mx/2003/09/24/05an1cul.php?printver=1&fly=.
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