Ex Convento de San Hipólito

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Datos

Ex convento San Hipólito.jpg

Ex Convento de San Hipólito

Alcaldía
Colonia
Dirección
Av. Hidalgo 107, Centro Histórico de la Cdad. de México, Guerrero, Cuauhtémoc, 06300 Ciudad de México, CDMX
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Coordenadas
19° 26' 15.97" N, 99° 8' 49.92" W

El Ex Convento San Hipólito es una de las 49 Maravillas de la Ciudad de México y se ubica en la Colonia Guerrero, dentro de la Alcaldía Cuauhtémoc. Fue un hospital que creció bajo el auspicio de la orden San Hipólito de la Caridad, de ahí que después se transformara en un convento de la orden, la primera formada en la Nueva España. El hospital y posteriormente la orden fueron fundados por Bernandino Álvarez, quien a lo largo de su vida fue apostador, soldado y aventurero, cuyos caminos lo llevaron a desempeñarse en la vida religiosa.[1] En 1566 le otorgaron a Bernandino Álvarez el permiso oficial de fundar el Hospital de San Hipólito, con la intención de ayudar a las personas más desamparadas: vagabundos, ancianos o personas con discapacidades mentales y trastornos psiquiátricos. Así se convirtió en el primer hospital mental de América.[2] Es considerado una de las edificaciones más antiguas de la Nueva España, sin embargo, el inmueble actual es producto de una reconstrucción del siglo XVIII. El Ex Convento ahora escenario de fiestas, bodas y otro tipo de eventos sociales, que se llevan a cabo entre sus muros neoclásicos.

Orígenes[editar | editar código]

Bernardino Álvarez

Colonial[editar | editar código]

La existencia del hospital de San Hipólito de la ciudad de México está de tal modo vinculada a la vida de un hombre, que bien podemos decir que ambas forman una misma historia.

Era el siglo XVI. Bernandino Álvarez, nacido al sur de España, tuvo un deseo de aventuras que lo llevó a que sentase plaza de soldado. Como tal pasó a la Nueva España, tomando parte en la guerra de los chichimecas, luchando en Zacatecas y otras regiones norteñas. De vuelta en la Ciudad de México, fue capitán de una pandilla que se dedicó al juego de naipes. Por este camino tuvo que tropezarse con la justicia, pues se le mezcló en un homicidio en riña. El castigo fue su condenación a servir como forzado en la flota que navegaba buscando nuevos descubrimientos en los mares de Filipinas, Japón y la China. En tal condición llegó a Acapulco, en donde supo conquistarse a una mujer, que lo ayudó a escapar. Y así, mientras la justicia 10 reclamaba para la flota, él navegaba ya libremente hacia las tierras del Perú.

Treinta años después, poseedor de una gran fortuna y ya en plena madurez, regresó a la Nueva España para vivir como un gran señor. Acudió a su madre pidiéndole que viniese a compartir su riqueza, pero la madre se negó, explicándole cuán pasajeros eran los bienes de la tierra, cómo ella los había dejado ya y había vestido hábito de beata. Finalmente, lo exhortaba a emplear su caudal en el servicio de Dios y del rey.

La breve carta le repitió con sencillez las verdades que él como cristiano conocía, pero el recordarlas en el momento de su triunfo, fue un impacto tan certero a su corazón, que cambió el rumbo de su vida. Vistió un burdo sayal y se ofreció a servir a los enfermos en el hospital de la Limpia Concepción. Diez años pasó allí ejercitándose en la virtud de la caridad. A su obra personal, de atender a los enfermos diariamente como el más humilde enfermero, añadió enormes limosnas, con las que se construyó una gran enfermería.[3]

Historia[editar | editar código]

Ex convento de San Hipólito (boceto).jpg

Siglo XVI[editar | editar código]

Fray Bernandino Álvarez tuvo una preocupación e interés en ayudar a los viejos, los discapacitados mentales y pobres; en general, personas todas que no podían valerse por sí mismas, pues en el siglo XVI no había un asilo de ancianos, muchos tenían que vivir de la limosna pública. La situación de los llamados locos era aún más preocupante: los pacíficos deambulaban por las calles, siendo objeto de la humillante compasión, o bien de la burla y la maldad de la gente, y los furiosos eran recluidos en las cárceles públicas y sufrían, sin merecerlo, el castigo de los criminales. Los convalecientes, incapacitados aun para ejercer un trabajo, eran víctimas de la miseria y no pocas veces recaían en sus males, nulificándose la obra hospitalaria.

Para remediar el rpblema, decidió fundar una institución que diera amparo a todos. Empezó por mover el interés de dos vecinos: Miguel de Dueñas e Isabel de Ojeda, su esposa, le donaron un terreno en la calle de Zelada. El 9 de noviembre de 1566 obtuvo licencia del arzobispo, don Alonso de Montúfar, e iba ya a comenzar la obra, cuando descubrió un amplio y baldío terreno, al lado de la ermita de San Hipólito.

Hospital San Hipólito.jpg

Tras repetidas instancias, consiguió que la ciudad le donase parte de este terreno, que fueron "cuatrocientos pasos de marca mayor en cuadro"; la parte restante la compró con el producto de la venta del solar que tenía en la calle de Zelada. En la nueva propiedad había una pequeña casa, vieja y de adobes, que fue el primer edificio del hospital San Hipólito, posteriormente conocido como Ex Convento San Hipólito.

El arzobispo Montúfar dio, según Díaz de Arce, otra licencia, el 28 de enero de 1567, por la cual mandó que la nueva construcción se levantase en el terreno adyacente a la ermita y que la advocación del hospital fuese San Hipólito. El virrey don Martín Enríquez aprobó la obra y la ciudad la aceptó gustosa.

Los principios fueron bien sencillos. A los cuartos de adobe que existían, el fundador añadió otros que levantó con sus propias manos. En ellos se empezó a dar alojamiento a los convalecientes del hospital del Amor de Dios y de La Concepción. Llegaron los llamados locos, se recibieron los "inocentes" o discapacitados mentales, sacerdotes decrépitos y ancianos en general.[3]

Siglo XVIII[editar | editar código]

En el siglo XVIII, el Hospital San Hipólito necesitó reedificarse. El 20 de enero de 1777, día del cumpleaños del rey Carlos III, se hizo el solemne traslado de los pacientes al nuevo edificio, asistiendo al acto el visitador don José de Gálvez, quien una semana después escribía al rey, diciéndole: "el nuevo edificio no tiene igual con ninguno de los Hospitales que de esta clase he visto en Europa". En el informe que envió al rey a finales de ese año incluyó el plano del hospital. Carlos III, satisfecho de tan magna obra, mandó dar las gracias al consulado.[3]

Siglo XX[editar | editar código]

El Instituto Nacional de Antropología e Historia lo declaró “Monumento Colonial” en 1964 y después de una extensa etapa de restauración y conservación se convirtió en un exclusivo salón de eventos sociales de la Ciudad de México.[4]

Arquitectura[editar | editar código]

En el caso de la arquitectura, se describirá lo que respecta al edificio reconstruido en siglo XVIII.

Las enfermerías y oficinas se hallaban distribuidas alrededor de patios o jardines con fuentes. Lo más importante de este edificio fue su funcionalidad, pues fue planeado para servir exclusivamente a enfermos mentales, y esto exigió cambios estructurales que antes no se habían tenido en cuenta en la arquitectura hospitalaria, como lo fueron entre otras cosas la sustitución de enfermerías por cubículos o cuartos privados.

La fachada constaba de una serie de accesorias que el consulado había fabricado para que, rentadas, fuesen un medio de ingresos para el hospital. En esta parte la construcción era de un solo piso. El consulado había hecho el hospital, pero no el convento, o sea la casa para los frailes. :estos, por su cuenta, hicieron sus habitaciones sobre las accesorias y con esto completaron la fachada. [3]

Orden Religiosa[editar | editar código]

Aun cuando el propósito de Bernardino no había sido en un principio fundar orden religiosa alguna, la vida de hermandad que llevaba con sus ayudantes, le sugirió la idea. Formuló reglas y pidió aprobación al Papa Gregorio XIII (1578-1581). El pontífice dio la autorización. Se volvió a insistir con su sucesor y se consiguió la aprobación pedida. A partir de entonces vemos cómo la hermandad acude ante los distintos pontífices para obtener de ellos la ratificación de las aprobaciones y una serie de privilegios de carácter religioso. Las aprobaciones que durante varios siglos se consiguieron, sólo dieron a los hermanos la calidad de congregación. No fue sino hasta 1700 cuando Inocencio XII la erigió en religión formal y regular, colocándola debajo de la regla de San Agustín y con votos solemnes de castidad, pobreza, obediencia y hospitalidad. Aunque esto ocurrió muchos años después de muerto el fundador.

La regla a que se sometió la Congregación desde sus principios fue muy sencilla: su fundamento estaba "en el exercicio y practica tanto del amor de Dios, cuanto por el mismo, del Proximo". Sus capítulos se dividían en dos partes. La primera se refería a la vida interior de los hermanos y en ella se ponían como bases: la obediencia, sin la cual una obra en común no podría realizarse; la pobreza, como medio para evitar la corrupción monástica y como camino para mantener a la hermandad, unida en caridad y paz. Finalmente, se prescribía la práctica de una serie de actos y oraciones para mantener vivo el espíritu religioso, sin el cual la obra perdía su sentido.

La segunda parte se refería a la vida exterior de los hermanos, y en ella la parte medular era el voto de hospitalidad. Éste dimanaba de la entraña misma de la congregación y en él se justificaba la existencia de la misma. Si en el amor a Dios se fundaba la obra y de ese mismo amor nacía el amor al prójimo, en el enfermo y en el necesitado el hermano de la caridad debía ver una imagen viva del mismo Cristo, y por tanto mirarlo con un amor digno de Él. Pero no un amor pasivo, las constituciones lo dicen bien claro: "practica y exercicio de amor", actividad amorosa frente al prójimo, que según se define, es un "tener los brazos de la charidad abiertos para admitir a todos los Enfermos, aun fiendo su enfermedad, necesidad".

En el XVIII, tras la aprobación de Inocencio XII, usaron la correa de San Agustín. Ésta fue la primera orden religiosa mexicana. Apoyada por el grupo de colaboradores que formó la congregación, la obra cobró mayor fuerza. En primer lugar, el edificio día a día fue mayor y de mejor calidad. Los aposentos provisionales fueron siendo substituidos por amplias enfermerías, salones de estudio, comedores públicos.[3]

Iglesia de San Hipólito[editar | editar código]

La suerte de la iglesia no fue la misma que la del ahora llamado Ex Convento: pues, como pertenecía a la ciudad, los hermanos no podían intervenir en ella. Se trataba de una de las primeras construcciones de México, y se hallaba en estado tan ruinoso, que fue necesario demolerla en 1584.

Llegó a servir entonces de iglesia una enfermería del hospital. Estando así las cosas, el rey Felipe II ordenó a la ciudad que reedificase la iglesia. El conde de Monterrey así lo decretó, cooperando él mismo con 2,000 pesos. El ayuntamiento resolvió hacer la obra y todo parecía marchar bien. Sin embargo, el traslado del virrey al Perú hizo que el interés disminuyese, a tal grado que las obras llegaron a paralizarse. Así nos encontramos con que, habiéndose puesto los cimientos en 1602, el edificio se concluyó ciento treinta y ocho años después. Mas no como obra del ayuntamiento, sino de los frailes. Cuando a principio del XVIII se entregó la proyectada iglesia a los hipólitos, fray Braulio Patricio colocó la primera piedra sobre los cimientos y empezó con arduos trabajos a conseguir todos los elementos necesarios para realizar la obra. En 1740 los hermanos inauguraron el templo sin retablos. :estos se fueron· poniendo después. Tal era la pobreza, que a San Hipólito lo tuvieron que vestir, el día de su fiesta, con el traje prestado "de algún humano".[3]

Actividades[editar | editar código]

Obras destacadas[editar | editar código]

Mitos, Leyendas y Relatos[editar | editar código]

Personajes Célebres[editar | editar código]

Personajes Inolvidables[editar | editar código]

Visitantes ilustres[editar | editar código]

Tradiciones y Costumbres[editar | editar código]

Referencias[editar | editar código]

  1. John S. Leiby, "San Hipólito's Treatment of the Mentally Ill in Mexico City", 1589-1650, en The Historian Vol. 54, No. 3 (primavera 1992), pp. 491-498.
  2. Ruth Gómez y Carlos Villasana, "Los primeros sanatorios de México" en El Universal: https://www.eluniversal.com.mx/mochilazo-en-el-tiempo/los-primeros-psiquiatricos-de-mexico.
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 3,4 3,5 Josefina Muriel. Hospitales de la Nueva España. Tomo I. Fundaciones del siglo XVI. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Cruz Roja Mexicana, 1990.
  4. Tomado de: http://www.fundacionindex.com/gomeres/?p=578.