Portal de Mercaderes

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El Portal de Mercaderes se ubica en la esquina e las calles 16 de Septiembre y Madero, en la Colonia Centro - Centro Histórico de la Alcaldía Cuauhtémoc. Este lugar ejemplifica la transformación física del mercado tradicional indígena al concepto de plaza mercado que llegó con los Españoles. Su nombre es precisamente a que allí se ubicaban las tiendas de diferentes mercaderías que venían de Oriente. Es de gran importancia, debido a que el comercio sigue siendo una de las actividades económicas más importantes para el Centro Histórico de la Ciudad de México, además de que la Plaza de la Constitución (Zócalo) es reconocida por dicha actividad.

Datos

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Alcaldía
Dirección
Plaza de la Constitución 13, Centro Histórico de la Cdad. de México, Centro, Cuauhtémoc, 06000 Ciudad de México, CDMX
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Coordenadas
19° 25' 57.94" N, 99° 8' 4.13" W


Descripción[editar | editar código]

En la acera poniente de la Plaza de la Constitución, entre las calles de 16 de Septiembre y Madero, se localiza el Portal de Mercaderes, el cual debe su nombre precisamente a las tiendas de diferentes mercaderías que venían de España y de Oriente para ser comercializadas entre habitantes y visitantes de la Ciudad de México.

Durante el periodo colonial era común que en todas las plazas principales de las poblaciones virreinales se ubicaran portales a los costados. En ellos se comercializaban productos diversos como telas, joyas, especias, porcelanas y otros artículos de lujo que demandaba la burguesía para estar a la moda europea.

En la plaza, frente al Portal de Mercaderes, se localizaba el Mercado del Parián, que se inauguró en 1703 y fue derribado en 1843 por órdenes del presidente Antonio López de Santa Anna. Las construcciones que formaban parte del portal eran de dos niveles, en la planta baja estaban las tiendas y los almacenes y en la planta alta vivían los propietarios.

En la década de 1930, el gobierno de la Ciudad decidió realizar una gran obra que abarcó todos los edificios que rodean al Zócalo para uniformar las construcciones en altura con un estilo neocolonial en el que predomina el uso del tezontle rojo para los muros y la cantera gris para el enmarcamiento de vanos de puertas y ventanas.

En la actualidad, la actividad comercial sigue vigente en el interior de los portales, aunque algunos edificios son ocupados por oficinas gubernamentales y otros destinados para hoteles.[1]

Historia[editar | editar código]

Época Colonial

Una vez consumada la conquista de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, inició el proceso de fundación de la capital de la Nueva España. Los símbolos de la autoridad española se establecieron con la instalación del Ayuntamiento, la Catedral y la Plaza Mayor. En 1524 se inició la repartición de solares que darían forma a la ciudad a partir de lo que se conoció como “la traza”, obra del alarife Alonso García Bravo. Parte fundamental del desarrollo urbano fue el fomento del comercio, de ahí que se comenzara a otorgar predios destinados a la venta de mercaderías que abastecerían a la población. De acuerdo con las Ordenanzas de Felipe II de 1573, se estableció como una prioridad edificar “tiendas y casas para tratantes”. Los lugares donde se desarrollarían estas actividades tuvieron, en primer lugar, un tipo de arquitectura doméstica que combinó el uso habitacional con el comercial, dando origen a las “accesorias de taza y plato” que se caracterizaban por ser casas con accesorias hacia la calle. También se encontraban las plazas públicas, cuyo modelo fue la Plaza Mayor, donde se hacía presente gente de todas las calidades. Por último, los portales de comercio, como fue el de mercaderes, donde se concentraron tres tipos de vendedores: los de tiendas, puestos y cajones.

La edificación de los portales de mercaderes, que se extendía desde las calles de Plateros y Tlapaleros, hoy Madero y 16 de septiembre, obedeció a la disposición del Cabildo de la ciudad, con fecha del 15 de abril de 1524, de desembarazar el comercio que se realizaba en la Plaza Mayor. Por esta razón, los vecinos de la ciudad con solares en ese sitio, podrían tomar cada uno veinte y un pies demás de sus solares de la dicha plaza.

En 1527 inició la construcción del Portal de los Mercaderes formado con tres casas, las de Rodrigo de Albornoz, Rodrigo de Castañeda, donde hoy se ubica el Hotel Majestic y, en medio de las anteriores el edificio que actualmente está en uso de la Asamblea Legislativa, destinada a las oficinas de los Diputados. En 1533, se dio posesión a Gonzalo Ruiz de un gran espacio frente a ese portal para que instalara tiendas o “cajones” de ropa cuyo producto se destinaría a financiar los servicios municipales. Allí se despachaban las joyas, los brocados, los terciopelos y parte de los utensilios indispensables para los nuevos patrones de consumo urbano. Convivió con el mercado popular conocido como “El Parián”, formado con puestos con techos de paja donde se vendían todo tipo de verduras, ropa, canastas de alimentos y plantas. En este espacio comercial del zócalo, convivían todo tipo de gentes de todos los niveles sociales. [2]

Siglo XIX y XX

En el año de 1900, el 27 de septiembre de ese año, ocurrió un incendio en el almacén de ropa llamado La Valenciana, situada en los números 3 y 4 del portal de las flores. Esto llevó a que los dueños se dirigieran al Ayuntamiento, solicitando su reconstrucción y la elevación del nivel de los arcos. El proyecto fue revisado por la Comisión Municipal de Embellecimiento y, en 1901, el arquitecto Nicolás Mariscal presentó dos proyectos, y uno de ellos fue seleccionado. Lo anterior provocó que los regidores Guillermo de Landa y Escandón, Guillermo Heredia y Jesús Galindo y Villa58 presentaran algunas propuestas para embellecer la Plaza Mayor con el estilo “colonial español”.

Las transformaciones surgen a finales del siglo XIX y principios del XX cuando guiado por el proyecto del arquitecto Pani inicia la transformación del Zócalo. El objetivo era eliminar los fresnos del atrio de la catedral y todos aquellos elementos que impidieran la vista de la magnificencia de los edificios que rodeaban la plaza mayor, reduciendo las áreas verdes a un cuadrado pequeño en el centro. Al Portal de Mercaderes en esos años se le agregó la fachada ecléctica francesa principal, cubierta de piedra e integrada con mortero a un muro de tabique rojo recocido. Se advierte que el famoso portal de mercaderes sólo presenta dos niveles superiores.

El Portal fue restaurado en el primer tercio del siglo XX, en tiempos del Regente de Hierro Ernesto P. Uruchurtu, para volverlo estilo neocolonial, tratando de conservar el espíritu virreinal. En su fachada de las pilastras arquitectónicas tiene detalles de fina talla labrado en cantera. Es en estos años en que el Zócalo adquiere la vista que conserva hasta ahora: una explanada desnuda de monumentos, con sólo los arbotantes del alumbrado público, y al centro un asta bandera. El piso de toda la plaza se niveló nuevamente, se ampliaron las banquetas laterales de la Catedral, se quitaron las vías de los tranvías, se regularizó la forma del Zócalo, dándole la misma medida a cada lado, se suprimió el jardín y se colocó un piso de cemento. Después de todo el Zócalo es una de las plazas más grandes del mundo, tan solo superada por la Plaza de Tiananmen en Beijing y la Plaza Roja de Moscú.

Por otra parte, se uniformaron las fachadas de los edificios del lado poniente, salvo la del Centro Mercantil, hoy Gran Hotel de la Ciudad de México, y en el extremo sur del Portal de Mercaderes; y se procedió a retirar los puestos que allí había, quedando todo el gran espacio de los portales limpio y despejado después de 400 años. Otro gran logro de la época fue la ampliación de la Avenida Pino Suárez, de tal manera que se formó un par vial con la Avenida 20 de Noviembre, convirtiéndose en vías de un solo sentido.

Poco después, durante el sexenio de Adolfo López Mateos se construyó sobre la estructura del Portal un edificio de seis niveles y sótano para estacionamiento que, entre otros, albergó a la empresa Almacenes Nacionales de Depósito.[3]

El comercio ambulante, que desde el siglo XVI se practicó bajo el cobijo de las arcadas, se eliminó de esta zona en 1953, al ser retiradas las famosas “alacenas” que estaban instaladas entre las columnas que sostenían los portales, lo que provocó quejas entre sus propietarios.68 Posteriormente, el 12 de septiembre de 1956, la Comisión de Monumentos Históricos aceptó una propuesta del arquitecto Federico Mariscal para unificar su aspecto con la plaza y que se le aumentara un nivel más a la estructura.69 Actualmente la parte central de los portales pertenece a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. El caso del portal de mercaderes, como una entidad comercial, muestra que desde la fundación de la ciudad ha tenido un papel fundamental en la historia de la ciudad de México. Los solares que desde el siglo XVI conforma este espacio hasta la actualidad, destacan por haber logrado mantener esta tradición. Su arquitectura se ha ido adaptando en función de los distintos tipos de comerciantes que se instalaron tanto en las casas que los integran, como entre sus arcadas, y a varias reedificaciones. Desde luego, la diversidad de productos que se han vendido no son más que el reflejo de los usos y costumbres de cada generación. Sus cajones, alacenas y actuales aparadores aún muestran los gustos de una sociedad que sigue acudiendo a estas arcadas para visitar las joyerías o degustar en las terrazas creadas en los hoteles, que también se han convertido con el tiempo en emblema del Centro Histórico.[2]

Arquitectura[editar | editar código]

El interior del inmueble tiene una estructura moderna realizada a base de concreto u hormigón armado con acero. Actualmente cuenta con un sótano, planta baja, mezanine y 6 niveles. De forma rectangular con un apéndice en la esquina NorEste, abarca una superficie aproximadamente en planta de 1,197 metros cuadrados, con una altura de 26.25 metros.[3]

Acerca de la arquitectura, se sabe que en 1824 se mandaron blanquear las vigas del techo, las paredes y los arcos, así como las puertas de todos los cajones, incluso las que eran de hojalata, mientras que los zaguanes se pintarían de color perla al óleo.50 Hacia 1888 se transformó su aspecto al ser introducido el uso de los aparadores en lugar de las alacenas.51 En ese mismo año, los vecinos y propietarios del portal de mercaderes solicitaron que se construyera, con piedra artificial, el pavimento de dicho portal en la parte interior, comprometiéndose a contribuir para la obra algunos de los dueños. Casi al finalizar el siglo XIX, aún persistían los problemas entre los dos tipos de comerciantes.

Por un lado los dueños de tiendas y, por el otro, estaban las “alacenas chicas y vendedores ambulantes” que afectaban a los primeros a causa de la aglomeración que provocaban, así como por los robos.[2]

El estilo neocolonial que llegó con el fin de la revolución también se emplearía en el portal de mercaderes, en el que aún en 1912 existía la venta de dulces, puestos de aguas frescas y periódicos junto a los pilares. Se infiere que a partir de 1928 se inició un estudio, ya que se han conservado unos planos que pertenecen a la Dirección de Obras Públicas. Este interés por el estilo neocolonial promovió que el 10 de julio de 1931 se emitiera la declaratoria de “zona típica de la ciudad de México” como parte del perímetro que forma la Plaza de la Constitución, las calles de Guatemala, el portal de las flores y el de mercaderes, Monte de Piedad, 5 de mayo y el portal.

En el caso del portal de mercaderes, se intentaron unificar las fachadas de las casas. Entre 1931 y 1932 se ordenó que se retirara la pintura de la parte superior de los arcos del portal para descubrir el tezontle y la cantera, entonces considerados como “materiales nobles”. De igual forma, se ordenó reponer los ornatos de las claves y pilastras para imitar los que anteriormente tenían. Sobre el proyecto arquitectónico que modificó la altura del edificio, al agregarle un nivel más, pocos detalles se saben aún.Una de las restricciones que hubo fue que la altura no pasara de la fachada del Hotel Majestic y que las dos casas originales que existían entre la casa Tardán y el Centro Mercantil darían las pautas para uniformar las fachadas. Los cambios sustanciales que se hicieron en los portales se realizaron hacia la segunda mitad del siglo XX. [2]

Tradiciones y Costumbres[editar | editar código]

En el portal de mercaderes destacaba la presencia de tres tipos de negocios: las tiendas, los puestos y los cajones. Entre sus observaciones, no deja de llamar la atención la reiterada presencia del otro tipo de comercio que se practicaba bajo las arcadas:

De cara al pie de las pilastras que forman los arcos, del Portal, no es menos divertido, particular y curioso el número de cajoncillos de toda especie de juguetería, barro, yeso, madera, estaño, cobre y latón, marfil y hueso; figuras de santos, de ángeles, de hombres, de animales, de aves y en los que sirven de mostrador innumerables dulces cubiertos, pasteles y conservas que están brindando al más goloso apetito. [4]

Religiosidad en el Portal

En el portal de mercaderes existía, además de un intenso comercio, un espacio consagrado a un par de imágenes religiosas, de las que poco se sabe.

De acuerdo con los testimonios, el comerciante Javier Garfias la recibió en donación de un señor, cuyo nombren no recuerdan, que falleció en el Hospital de San Juan de Dios. Ésta fue heredada a su hijo Ignacio Garfias, que era dueño de un cajón del portal;31 él, a su vez, la heredó a su esposa Manuela Antonia Jiménez, y ella a sus hijas Juana Gertrudis, Manuela y a la religiosa María Dolores Tomasa, del convento de Jesús María. Las alhajas mencionadas, que él mismo había dispuesto con su dinero, eran, entre otras cosas, 12 blandones de plata, 2 tibores de plata con sus tapas, 4 ramilletes de plata, un pabellón de damasco blanco en tres piezas con su cordón y armazón de fierro,32 que eran alquilados por don Ignacio para su manutención.33 Para el pago de la cera se juntaba limosna en una alcancía que se llenaba gracias a la gente que pasaba por el portal.34 Para mejorar las condiciones en que se presentaba la imagen, su esposa vendió un frontal a una religiosa del convento de Jesús María para comprar una vidriera y un “repisón” de piedra para ambas imágenes.35 En 1787, ya fallecido Ignacio Garfias, sus herederas reclamaron el derecho de continuar con el alquiler de las llamadas alhajas. Sin embargo, en ese momento la pintura la custodiaba José Vicente González, quien tuvo la idea de que se retocara, debido a que el lienzo “estaba muy antiguo [y] se ajustó con uno de los más diestros profesores del arte en 45 pesos y 4 reales por otro nuevo mucho más hermoso y perfecto”.36 Las hermanas Garfias argumentaban que no sólo se había retirado la imagen original, sino que su cualidad taumatúrgica no se podía remplazar, además de que “Los comerciantes en manera alguna quieren que exista la imagen puesta, sino la antigua, aunque sea vieja y rota”, situación que afectó porque la gente daba menos limosna para la cera. En su defensa, José Vicente declaró que el lienzo aún lo conservaba el pintor para cotejar la copia. También declaró que él no había obtenido ningún beneficio como las hermanas, puesto que él “organiza[ba] las fiestas con coros de música y orquesta, dos acólitos que inciensen, [y] la iluminación del altar. Hay también sermones en cuaresma y los domingos por un carmelita”. El destino que ambas imágenes tuvieron se ignora, pero este episodio de la imagen del Ecce Homo y la Inmaculada de los portales recuerdan la religiosidad de la época en espacios públicos.

Actividad Nocturna

El papel social que desempeñaban estas arcadas de uso comercial no sólo se limitaba a las actividades diurnas, puesto que de noche:

Cerradas las tiendas y cajones, e iluminado de faroles de vidrio, concurren innumerables gentes a pasearlo, pues entonces más que de día son infinitas las vendimias y comestibles que para el recreo y gusto allí se venden, mirándose en las puertas de las cerradas tiendas y cajones, la multitud de señoras, que unas disfrazas y otras a cara descubierta, van a gozar del tráfago y delicias que hasta después de las nueve de la noche ofrece aquel delicioso país.[4]

A partir de 1785 se presentó una iniciativa del Cabildo de la ciudad para eliminar la presencia de quienes vendían en los arcos, ya que se recibían quejas de “los cajoneros” —dueños de tiendas— porque entorpecían sus ventas. Esto llevó al alcalde ordinario ordenar su expulsión, lo que desencadenó una serie de quejas por los afectados. [2]

Referencias[editar | editar código]

  1. Tomado de: Javier Villalobos Jaramillo. Los 100 Sitios y Monumentos más importantes del Centro Histórico de la Ciudad de México. En coordinación con la Delegación Cuauhtémoc y el Gobierno de la Ciudad de México.
  2. 2,0 2,1 2,2 2,3 2,4 Tomado de: Tiendas, puestos y cajones en el portal de Mercaderes de la ciudad de México. Boletín de Monumentos Históricos, Tercera Época, Núm. 9, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, pp. 2- 15.
  3. 3,0 3,1 Tomado de: http://www.aldf.gob.mx/archivo-903911006ce90d04b319cdd694f1837d.pdf
  4. 4,0 4,1 Juan de Viera, “Breve compensiosa narración de la ciudad de México, corte y cabeza de toda la América Septentrional”, en La ciudad de México en el siglo XVIII (1690-1789), Agustín de Vetancurt, Juan Manuel de San Vicente, Juan de Viera, prólogo y bibliografía de Antonio Rubial, México, Conaculta, 1990, p. 196.